El 18 de septiembre de 2017 nos adentramos en la aventura de descubrir una parte de la Toscana, haciendo parada en tres de los destinos más reconocidos around de world: Florencia-Siena-Pisa y pasando por los pueblecitos (y no tan pueblecitos ) con más encanto de esta famosa ruta.
Quiero aclarar que esto no es una guía (aunque tenga toda la pinta), es más bien un cuaderno atrasado de viaje, donde cuento mis experiencias y anécdotas de este roadtrip. Pero si has llegado hasta aquí con el objetivo de coger apuntes porque te estás planteando hacer una ruta similar, por favor, no te vayas, quizás haya algo que te pueda interesar.
1ª Etapa: Florencia-Chianti-Anghiari-Cortona-Lucignano
FLORENCIA
El 18 de septiembre aterrizamos en Florencia, ciudad en la que nos quedábamos durante 4 días y 3 noches. Una vez realizadas las formalidades del check in y el test del colchón (salto con tripe tirabuzón y caída al estilo morsa), iniciamos los tours diarios con el coche de san Fernando, que para quien no lo sepa, es aquel en el que se va un rato a pie y otro rato andando.
Florencia me encantó, me alucinó, me cagué a la pata abajo de lo bonita que era. Si me tuviera que quedar con algo, sería la subida al atardecer a la cúpula y al campanario de la Catedral de Santa María del Fiore (¡ohhh, que romántico!). [Consejito: intentad en la medida de lo posible, dejar un margen de tiempo entre las subidas, lo digo porque aquí una servidora, así como bajaba de la cúpula, ya estaba subiendo al campanario, y por poco me da un jamacuco.]
Otra cosa que me gustó, fueron las vistas de la Piazzale Michalangelo también al atardecer. Delante de mí, una multitud de turistas con sus cámaras en modo time lapse, pero una vez despejada la zona, Florencia a nuestros pies, unos pies cansados y llenos de heridas, gracias al coche de San Fernando.
Pasados los 4 días, nos tocó despedirnos de esta bellísima ciudad y poner rumbo a nuestro nuevo destino Lucignano, pasando por Chianti, Anghiari y Cortona.
Durante esta ruta (y todas las demás) nos parábamos cada dos por tres en los viñedos. El momento foto. Colocábamos la cámara encima del capó de nuestro Fiat Panda rojo de alquiler, activábamos el temporizador y rezábamos (siendo ateos confirmados) que no se cayera la cámara al suelo
Los pueblecillos eran preciosos, de cuento y que perfectamente podría ser la escena de cualquier novela de Federico Moccia. Sus calles estrechas, esas casitas de ensueño, en las que te imaginas viviendo y comiendo deliciosas bruschettas, que son pan con tomate de toda la vida, pero que en Italia tienen ese sabor especial.
Llegamos de noche a Lucignano, y tras varias vueltas, dimos con nuestro B&B: Il Gianduia. Creo que es el hostal más bonito en el que he estado. El techo de las habitaciones y de la entrada eran auténticas obras de arte y la muchacha que nos atendió era majísima, tan maja, que me daban ganas de abrazarle todo el rato y pedirle, por favor, que fuera mi amiga.
Lo único malo era que solo pasábamos una noche ahí, pero nos prometimos volver, no sabemos cuándo, pero volver, y poder disfrutar más tiempo de Lucignano y de la estancia en Il Ganduia.
2ª Etapa: Pitigliano-Montepulciano-Pienza-Siena
Dejando atrás nuestro querido B&B, comenzamos una nueva ruta hacia Siena, haciendo una parada en el Lago Trasimeno.
En realidad, no sabíamos de la existencia este lago, fue mirando de casualidad en Google Maps que vimos un charco enorme y nos preguntamos qué demonios era ese oasis en medio de los viñedos. Así que sin saber qué nos encontraríamos, nos aventuramos a descubrirlo. Y vamos si mereció la pena, que pasada de lugar.
Después de pasar una mañana fantástica paseando por las orillas del lago, nos ponemos en marcha hacia Pitigliano, un pueblo en lo alto de una colina y habitado principalmente por gatos.
Cuando llegamos, muertos del hambre, nos disponemos a buscar algún sitio donde nos puedan dar de comer. Pobres de nosotros cuando descubrimos que en aquel pueblo, alejado de la mano de Dios, la cocina de los restaurantes cerraban sobre las 14:00.
Sin saber que hacer y con la revolución de nuestros respectivos estómagos exigiendo comida, vislumbramos un pequeño comercio que parecía ser un puesto de embutidos y quesos. Así que con las galletas que teníamos en la mochila y lo que compramos en aquel local, conseguimos apaciguar nuestro apetito.
Abandonamos Pitigliano y emprendimos camino hacia los pueblos que nos quedaban antes de llegar a Siena. Tuvimos que darle caña al Fiat porque se nos echaba la noche encima, culpa de la adorabilidad de los gatos pitiglianenses.
A pesar de las prisas, conseguimos disfrutar de los pueblos y llegar a una hora razonable a Siena. Un hurra por nosotros (¡Hurraaaaaaa!)
SIENA
Una vez llegados a Siena y haber dejado nuestras pertenencias en el apartamento, nos dirigimos a ver si encontrábamos algo para cenar.
A diferencia del centro de Pitigliano, en el de Siena había ambientazo y muchos restaurantes abiertos, así que no tuvimos problema en cenar. El susto lo tuvieron nuestros bolsillos, qué claro, en plena plaza, barato no nos salió.
Amanecemos en Siena y nos ponemos en marcha para ver la ciudad. Una ciudad preciosa que a la luz de sol, cambiaba totalmente, al igual que pasear por la Piazza del Campo, que se convertía en un esquivo constante de la gente que se tumbaba ahí a la bartola.
Nosotros no íbamos a ser menos, así que postramos nuestro culamen en el suelo de aquella plaza (calentito gracias al lorenzo que estaba pegando) y admiramos el maravilloso contraste que hacía el azul del cielo con el marrón de la Torre del Mangia.
Durante lo que quedaba de día, recorrimos el resto de la ciudad y visitamos los sitios más emblemáticos. También pude probar lo que llevaba reclamando desde que dejamos Florencia, un refrescante y dulce helado. Después de una larga y exhausta investigación por TripAdvisor sobre las mejores heladerías, me decanté por Kopa Kabana Gelateria. Y la verdad es que fue un gran acierto, recomendada queda.
3ª Etapa: Casole d’Elsa-Montalcino-Monteriggioni-
San Gimignano
Después de nuestra última noche en Siena, ponemos nuestro fiat panda dirección a Casole d’Elsa, una iglesia enorme en medio de la naturaleza. Si pasas por los alrededores, merece la pena hacerle una visita.
Como somos unos aventureros intrépidos, decidimos dar media vuelta para ver el pueblo de Montalcino. Y de nuevo, la jugada nos salió redonda, a pesar del diluvio que nos cayó.
El pueblo era una pasada y descubrimos por casualidad uno de los restaurantes más buenos a los que hemos ido. Digo de casualidad porque, después de que el restaurante que elegimos por TripAdvisor nos echase por estar completo, nos tocó caminar bajo la lluvia en busca de uno nuevo.
Y buscando y buscando, topamos con la Taverna del Grappolo Blu. En una callejuela escondida se hallaba este maravilloso local, clara definición de serendipia.
Me acuerdo perfectamente lo que pedimos: una variedad de bruschettas, macarrones con tomate natural y calabacín, pasta al ragú y para acabar, un exquisito, fantástico y glorioso flan al cioccolato (un souffle chocolate).
Con nuestros estómagos más felices que unas perdices, nos dirigimos a la última parada de esta tercera etapa: Monteriggioni, un pequeño pueblo rodeado por una gran muralla.
Nos recorrimos el pueblo y su muralla, también, entramos en el Museo Delle Armature, en el que te podías probar pesadas armaduras y empuñar grandes espadas. Fue bastante gracioso.
Una vez bajadas las armas, nos toca coger coche y dirigirnos a a San Gimignano, el pueblo de los rascacielos medievales y el que nos acogería durante la noche del 24 de Septiembre.
Al día siguiente y con las energías renovadas, nos recorrimos el pueblo y subimos a la Torre Grossa, con unas vistas espectaculares de pueblo y de toda la Toscana.
Después de una mañana en las alturas, nos adentramos en nuestra penúltima etapa con destino Pisa.
4ª Etapa: Certaldo- Volterra-Pisa
Dejamos atrás los rascacielos medievales y nos dirigimos a Certaldo, famoso por la cebolla. La cebolla es buena, es buena para la….memoria.
El pueblo era pequeñito y no tardamos mucho en recorrerlo entero. Nos paramos a merendar en Dolce Vita, un local muy cuco con productos típicos del lugar. Probamos la famosa cebolla, acompañado de un suculento bocadillo. Este pequeño negocio pertenece a la Cuccina Giuseppina, una cooking school de comida típica italiana. [Nota mental: si vuelvo a pasar por ahí, apuntarme a una de sus clases.]
Despidiéndonos de Certaldo y su cebolla, emprendemos camino hacia Volterra, tierra de vampiros. Que para quien no lo sepa, este paraje fue escena de una de las sagas teenagers más reconocidas: Crepúsculo.
Lo primero que hicimos nada más llegar, como de costumbre, fue buscar algún sitio en el que poder alimentarnos. Después de consultar con nuestro gran amigo TripAdvisor, escogimos La Sosta del Priore, un sitio muy cutre pero con unos paninis de escándalo. ¡B R U T A L E S!
Como Volterra era la última para antes de llegar a Pisa, nos tomamos el resto del día de relax, sin prisas. Recorrimos unos jardines muy bonicos y nos tumbamos en el césped a descansar, antes de volver a emprender el viaje.
PISA
Día 26 de Septiembre. Nos levantamos a primera hora de la mañana para subir a la famosa torre inclinada. Cuántas escaleras y que mareo, parecía que te ibas a caer hacia un lado en cualquier momento. Una vez que paraba de girar todo a tu alrededor, se abría ante ti una fantástica panorámica de la ciudad de Pisa.
Pero todo lo que sube tiene que bajar, así que escaleras a bajo y vuelta a la sensación de mareo. Pero mereció la pena. De verdad que sí.
Y cómo no podía faltar, la foto típica de aguantar la torre…Yo quería hacer algo distinto, para ser más guay del Paraguay, pero había tanta gente… que me dio vergüenza. Así que, deseché mi idea creativa, me dispuse a sujetar la torrecita y…¡Pa-ta-ta!
Pasamos toda la mañana paseando por los alrededores de Camposanto, con temor a arder por ser, como bien dice Chiquito, “unos pecadores de la pradera”.
El resto del día, deambulamos por la ciudad, vimos el Orto Botánico di Pisa y nos colamos (un poquito) en el estadio de fútbol. Las puertas estaban abiertas, así que pensamos…pa’ lante con la vida.
Entrada la noche, nos fuimos a dormir temprano porque al día siguiente nos esperaba una jornada intensa y la última etapa de este gran viaje.
5ª Etapa: Cinque Terre-Lucca-Vinci-Florencia
Después de una hora de camino, llegamos a Spezia, dejamos el coche aparcadito y cogimos tren para visitar los pueblos costeros de Cinque Terre.
Tengo que decir que me decepcioné un poco, quizás tenía las expectativas demasiado altas. Unas expectativas que se veían alentadas por la cantidad de photoshop que tenían las fotos que veía por internet. Con esto no quiero decir que no me gustase Cinque Terre, simplemente que no era lo que esperaba.
Durante la mañana, fuimos testigos de una captura de pulpo llevada a cabo por un niño, que intuimos, que era de la zona. En un primer momento, me dio mucha pena, pero luego pensé en lo rico que está el pulpo feira y se me pasó.
Me ocurrió algo muy gracioso intentando sacarle una foto a un pescador… Apunto de capturar la instantánea, el hombre me pilló infraganti y aprovechó el momento para mostrar su lado más sexy. Así que posó para mí y este fue el resultado:
Alejándonos de la costa, llegamos a Lucca. De este pueblo recuerdo la plaza con la Catedral de San Martín y la Torre Guinigi. Una torre muy curiosa que tenía un jardín en las alturas.
Se nos echaba el tiempo encima y tuvimos que correr para ver Vinci con algo de luz. Y lo conseguimos. Lo que no pudimos fue visitar el Museo de Leonardo Da Vinci, pero bueno, nos subimos en el Monumento del Hombre que fue muy divertido.
Y el roadtrip llegó a su fin…Después de ver lo que pudimos de Vinci, llegamos a un villa rural a las afueras de Florencia y al día siguiente cogimos el avión y vuelta a casita.
Ciao Bella!
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